Mas Piernas

Mas Piernas,

Meu último post mostrava “piernas en la ventana”. Agora me chega pela Soledad Caballero, de Montevideo, essas “piernas na calle”. A foto é do fotógrafo uruguaio Panta Astiazarán (Buenos Aires, 2006) e foi publicada na revista Dixit…Junto veio um conto de Mario Levrero, Paris, que reproduzo um trecho que se pareceu (já estou bem melhor e viajo amanhã) com a minha situação. E hoje, depois de dias de sol, Madrid está cinzenta. Obrigado Soledad!

“(…) La tarde era tan gris como la estación, como la ciudad, como yo mismo. Me siento gris
por dentro y por fuera y deseo vehementemente un cambio; pero desde hace tiempo me
obsesiona la idea de estar demasiado ligado al mundo exterior; de que, en realidad, todo
mi ser forma parte del mundo exterior; no puedo precisar los límites: hasta aquí el mundo
exterior, aquí empiezo yo; de que no puedo cambiar mientras todo permanece inmutable
alrededor, o cambia lentamente y en una dirección desgraciada. Dudo de mi propia
existencia.

—¿Usted cree que pueda hablarse de un mundo interior? —le pregunto al chofer—. A
veces pienso si no somos otra cosa que cortes de situaciones exteriores…

El hombre no me escuchaba. Noté entonces las telarañas. Lo sacudí, con un poco de
asco. Estaba muerto, momificado.

Me tiro hacia atrás en el asiento y deseo poder dormitar. Hace años que no duermo, tal
vez por falta de necesidad, y no es que en este momento necesite hacerlo, pero tengo
ganas. Me paso las manos por la barba. Tiene un tacto agradable, ofrece cierta
resistencia. Pienso en cada uno de los pelos vistos al microscopio, enormes árboles
plantados cuidadosamente en mi mejilla, creciendo a impulsos desordenados. Pienso en
la yema de mis dedos, en las papilas táctiles, en mi forma de causarles dolor, de herirlas
con mi barba; pienso que tal vez ese placer que me provoca el tacto de la barba en la
punta de los dedos puede significar un dolor considerable para cada uno de los puntitos
sensibles de las yemas. Si estas papilas fueran individuos con una conciencia de sí
independiente, y quizá lo sean, qué angustia deberán sentir ante esta agresión
injustificada, injusta… pensé en muchas otras cosas, sin poder dormir, hasta que por fin
llegó el relevo, quitó el cadáver y lo arrojó sobre las losas de la plaza.(…)”

Mario Levrero, París